Ahora mismo la crónica.
¿Adónde
desemboca este meandro? No
callo. El pincel
y el tintero: extender la
mancha sobre otra.
Entonces el corte. Ahora
mismo el corte. Fatalidad
de escribir, letra blanda de
algodón. No llorar
sobre el átrida. No cazar
alejandrinos
en el proscenio. No compres
azúcar en la ferretería.
El afilador. Su silbato. Que
-viene el afilador.
Aparta el augurio besando un
lapislázuli:
cómprale algodones al que
pule cuchillos.
Ve con tu madre a morderle
una teta.
Una manzana de caramelo, las
moscas
pegadas en superficie.
Merezco
inhalar ambientador, recordar
el jazmín;
lavarme los dientes con
bicarbonato,
agua oxigenada bajo las
pestañas inferiores.
Iluminaré con lápices
fluorescentes
las páginas -libros de
ensayo-
un caracol tras la huella del
arrecife.
Ahora mismo lo extremo.
Objetas
su caparazón, su nácar
rosáceo: abriste
la semilla, dos valvas,
gameto de moho -el ojo
del maestre: herido tantea
con su termómetro el aire.
Estoy a punto de fusión, beso
el sílex con pólvora,
apunto de comerme el hollín
con que el travestí
se ahúma el párpado: el golpe
-del cerebelo
contra su cerebro- asomarse
al balcón, ideograma
de golondrinas, rogarle a la
tormenta: “concéntrate
en mi boca”. La parábola del
noticiero.
El contubernio define. Impetu
de buscar
arañas -los huecos de las
cuencas-
en formas fantasmales
emanadas de chimeneas,
el tubo de ensayo del
masturbador.
#
Usamos el poder -la inquina-
acumulamos
pañuelos amarillos de la
gripe sobre el terreno
habitado por trípticos, el
nuevo hipermercado,
querubines a punto de
estornudar. El balcón
nunca limpio del todo, la
vecina y su limpiacristales.
Papeles amarillos de rabia,
azules de limpieza.
Perdóneme, vecina: le
contagié el catarro. No
te perdono ni me digas eso.
Adonde el litigio.
Los miembros desencajados,
muñequito de playmobil:
la púa de santa Rita.
Expósitos
van y usan tu ropa, miran los
agujeros de sus sandalias.
En los bufetes libres piden
salmón, estos peces
lo miran desde el pasado del
río, otro país,
una tierra que conoces. El
hormigueo
de un grillo a punto de
saltar desde una caja.
Si la abres con cuidado
quizás yo salte:
mis ojos enormes,
reticulados, dividiéndote
por algo exponencial. Soy el
grillo, el sedán
de Majorette bajo el barro, la grosella, el salpullido,
vara de coligüe: suben arañas
culo púrpura,
arvejas hasta el cielo, el
otro lado del mundo.
Un gigante. Una pata muda.
Mis huevos de oro.
No negaré nuestro vínculo:
tiene de verdad
un tamaño de médula, la
responsabilidad de sostener
la columna del tiempo. No
pongas esa cara,
es mucho más banal: trozo de
uña cortada
con la técnica del
manicurista. Quásar
donde explotan poros y la
fotosíntesis
encaja en términos de
economía o moda. Mi perra estornuda.
Su nariz chata formula juicios:
“sácame, reviento
si no meo ya”. Y tú, con
índole, mitad de cuerda, mitad de
collar -como yo- nos
anudaremos
a perras futuras, patente,
cédula de identidad,
raza, pedigrí. Rojos, huecos,
redondos. Un collar
del que cuelga también una
pequeña chapa.
Todo mientras los mendrugos
se endurecen
con nuestra edad, cuando
parece que una miga
no pesa. Precipicio del
nombre. Cae uno, otro.
LA
POBRE PROSA HUMANA:
PEDRO MONTEALEGRE
Colección ONCE
Ediciones Amargord
Pedro
Montealegre (Santiago de Chile, 1975) es periodista. Ha publicado los poemarios Santos Subrogantes (Ediciones
de la Universidad
Austral de Chile, 1998), La
Palabra Rabia (Editorial Denes, Valencia, 2005), El Hijo de Todos (Ediciones del 4 de
Agosto, Logroño, 2006), Transversal
(El billar de Lucrecia, México D. F., 2007) y Animal Escaso (Ediciones Idea, Las Palmas de Gran Canaria, 2010).
Por su primer libro le fue otorgada la medalla Fernando Santiván, de la Universidad Austral
de Chile; con su segundo libro ganó el IV Certamen de poesía Cesar Simón, de la
ciudad de Valencia. Ha sido publicado, entre otras, en las antologías El decir y el vértigo. Panorama de la poesía hispanoamericana
reciente 1965-1979 (Filodecaballos, Conaculta, México, 2005), Voces del Extremo, Poesía y Vida
(Fundación Juan Ramón Jiménez, Moguer, 2006), Diecinueve -poetas chilenos de los noventa- (J.C. Sáez Editor,
Santiago, 2006) y en Sin red ni
salvavidas. Poesía contemporánea ele la América Latina
(Secretaría de Cultura de Colima- CONACULTA, México, 2009).
Fotografía: Miguel
Iñiguez;
Como imagen de lectura
extraída de la obra
“Pintar sin tener ni
idea y otros ensayos sobre arte”
De Ángel González García
© de la edición: Lampreave y Millán